viernes, 20 de mayo de 2011
Partido PEÑAROL vs U. CATOLICA (en montevideo)
La llegada al Centenario de los protagonistas del espectáculo se dieron en un lapso no mayor a los diez minutos. El primero en llegar fue el árbitro argentino Baldassi y los demás encargados de impartir justicia, que lo hicieron en un auto negro de vidrios polarizados, sobre el portón ya mencionado. Vestía impecable traje y corbata, como corresponde a un árbitro de su jerarquía; su presencia allí pasó inadvertida para la mayoría de quienes por allí pasaban. Eran las 18 horas.
Pasaron pocos minutos y las sirenas policiales dejaban adivinar la llegada de uno de los planteles. Entonces muchos empezaron a correr hacia la América-Ámsterdam; pero no, falsa alarma, eran los chilenos de la Católica, que llegaban cantando y golpeando los vidrios con las manos. El ómnibus los dejó a apenas unos pasos de la entrada al vestuario, en una zona que fue rápidamente acordonada por la policía.
Pasaron unos breves instantes, y otra vez las sirenas. Ahora sí, las motos que escoltaban al ómnibus doble piso que llegaba desde Avenida Italia, y otra vez a correr. El vehículo se estacionó cerca del vestuario y otra vez los hinchas no demoraron en invadir esta zona. Entonces, los jugadores aurinegros recorrieron ese camino al vestuario en medio de los gritos y el aliento de los cientos de hinchas, protegidos por la policía y gente de la seguridad interna. Llevaban cara seria; el primero en bajar fue Aguirre, y el último, Pacheco, otra vez ‘acompañado’. El precio de la idolatría.
A las 18.30 llegó lo que parecía ser el grupo más bullanguero de hinchas chilenos, quienes esperaron unos minutos antes de sacar los elementos de percusión del ómnibus que los trasladaba. Entonces sí, entraron al Estadio mientras se cruzaban con los hinchas mirasoles, en un ambiente que podríamos llamar de camaradería, más allá de algún improperio a la pasada de algún compatriota. La presencia policial, vale decirlo, extrañamente escasa.
El Centenario estaba completo de bote a bote. Primero se llenaron la Olímpica y la América, y luego las populares. La Ámsterdam recién se ‘levantó’ una vez el sector central ‘reservado’ se hubo completado. Las decenas de bengalas anticiparon la salida de Peñarol al campo de juego, para dar lugar a los fuegos artificiales. Y luego el partido, en una noche de contradicciones: esta vez, los factores exógenos, lo inesperado, le ganaron por goleada al laboratorio y a cualquier análisis previo; y también -hay que decirlo- una jugada polémica al final del juego, con cierto paralelismo con lo que había pasado en el clásico, pero esta vez con fallo a favor, con el agregado de que después, casi sobre la hora, vino un 2 a 0 que permite soñar en grande.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario